Colaborar para democratizar la innovación
Colaborar para democratizar la innovación.
Muchas empresas de menor tamaño enfrentan hoy duras condiciones de mercado, especialmente si se trata de industrias de tecnología media o baja que concentran a la gran mayoría de las empresas y donde grandes competidores, nacionales e internacionales y de bajo costo han entrado, amenazando con ello su supervivencia.
Estas vertiginosas condiciones mercado, que al parecer llegaron para quedarse, están ejerciendo una fuerte presión sobre las empresas más pequeñas para adaptarse innovando, ya sea a través de la adopción de nuevas tecnologías y/o el diseño de propuestas de valor únicas para sus clientes.
Cuando los productos o servicios se comoditizan, la competencia de precios se vuelve predominante y se traduce en intensas guerras de precios. Las empresas de menor tamaño (EMT) generalmente no tienen la escala ni las “espaldas” para competir eficazmente en precios y no tienen otra opción que encontrar nuevas maneras de diferenciar sus ofertas o capitalizar nuevas oportunidades de crecimiento más allá de su negocio existente. Esto necesariamente implica innovar.
Con frecuencia, cuando hablamos de promover la innovación, tan necesaria para la competitividad de las empresas y del país, tenemos en mente en primer término un tipo de empresa que por su “ADN” más sofisticado y profesionalizado, tienden a “calzar” mejor con un modelo de empresa innovadora en productos o modelo de negocio, dinámica y de alto potencial de crecimiento y del mismo modo altamente profesionalizada en su gestión.
Hablamos de las llamadas startups que en los últimos años en Chile y en toda América Latina, están viviendo un verdadero auge, aun cuando constituyen un fenómeno aún incipiente y altamente concentrado. Según el estudio del Centro de Desarrollo de la OCDE, Startup América Latina 2016, Construyendo un futuro innovador, en Chile habría más de 500 pero menos de 1000 startups al 2016 y el 80% de estos emprendimientos estarían concentrados en Santiago.
Al respecto, el citado estudio de la OCDE señala: “Que la creación de nuevas empresas innovadoras sea un factor importante en el dinamismo innovador de un país es algo consensuado. Las startups rejuvenecen el tejido empresarial, incrementan la competencia para la innovación, introducen nuevos productos, servicios y modelos de negocio, crean nuevos mercados y ofrecen soluciones novedosas a problemas emergentes. Su creación y expansión dependen de múltiples factores, como son la existencia de una buena base científica, un entorno favorable a los negocios y un sector financiero disponible para invertir a mediano plazo en proyectos de alto riesgo”. En estas tareas, aun en desarrollo, el sector público ha jugado en Chile un rol fundamental especialmente a través de diversos programas que ha llevado adelante la CORFO.
Sin embargo, cuando hablamos de innovación y de la necesidad de crear un ecosistema propicio para ella, rara vez pensamos en las EMT más “tradicionales”, mayoritarias en número y gravitantes en el empleo que generan para millones de personas, que constituyen una pieza fundamental del tejido empresarial y social de nuestro país. Son las “empresas” unipersonales de producción o de servicios, los pequeños comercios y servicios locales, los agricultores y transportistas, la manufactura de pequeña escala etc. Ellos proveen a miles de personas un camino crítico para la movilidad económica y por demás proveen empleo a millones de personas.
Las EMT, especialmente las más tradicionales, enfrentan severas limitaciones para diferenciar sus productos y cambiar sus modelos de negocio. La Cuarta Encuesta Longitudinal de Empresas realizada por el Ministerio de Economía (ELE 4) nos señala que tan sólo una de cada diez micro o pequeñas empresas formales en Chile realiza actividades de I+D, es decir actividades más o menos sistemáticas destinadas, directa o indirectamente a generar o mejorar productos y procesos. Esto en contraste con el 28,6% de las grandes empresas que sí realizan este tipo de actividades. Una causa importante es que, en general, las empresas de menor tamaño carecen de los recursos financieros internos y de las capacidades técnicas requeridas para realizar estas actividades.
Esta situación no es extraña por la ya conocida característica de que las EMT son dirigidas en su mayoría por su propio dueño(a) quien realiza personalmente o con muy bajo apoyo técnico, la mayoría de las funciones de gestión críticas de su negocio (Ventas, marketing, finanzas, planeación, prospección de mercados etc.). Cabe mencionar que, de acuerdo a la encuesta ELE 4, el 59% de las micro y pequeñas empresas formales en Chile están constituidas como persona natural o empresa individual de responsabilidad limitada (EIRL).
Podríamos decir que, por su condición, quienes hoy más necesitan herramientas para innovar y con ello hacer más productivos y competitivos sus negocios, son quienes menos oportunidades tienen para hacerlo o tienen menos condiciones para aprovechar las oportunidades de apoyo existentes tanto desde la política pública como desde el ámbito privado.
Por las mismas condiciones antes mencionadas (empresario-gerente multitarea, relativamente bajo nivel de competencias técnicas para la gestión, bajo nivel tecnológico del negocio y fuerte presión por adaptarse innovando) es que las EMT más tradicionales deben COLABORAR con socios externos para innovar exitosamente, desarrollar nuevas fuentes de ingresos y alcanzar posiciones más productivas y rentables en sus entornos que se vuelven cada vez más competitivos. Pero esto no sucederá espontáneamente, es necesario provocar el encuentro entre distintos actores que puedan colaborar entre sí para generar nuevas oportunidades de negocio, para resolver de manera viable y sustentable problemas concretos (técnicos, de gestión, comerciales, legales, etc.) que obstaculizan el desarrollo de los negocios, en fin, encuentros que provean a las EMT del soporte que no poseen por su reducido tamaño y ayuden a generar un ecosistema nutritivo para su supervivencia o crecimiento.
Es en este plano que BancoEstado ha estado trabajando para generar una plataforma de encuentro y colaboración entre distintos actores para poner el potencial creativo y el dominio de las nuevas tecnologías, propio de los nuevos emprendedores, al servicio de las EMT. Es un gran desafío pues se trata de hacer probables, encuentros improbables. Se trata de probar, experimentar, conectar personas, negocios e ideas que espontáneamente no se encuentran, pero que de ese virtual encuentro pueden surgir proyectos y negocios que ayuden a democratizar la innovación.
Por Soledad Ovando,
Gerenta de Pequeñas Empresas BancoEstado.