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Ventas que no son arte y el emprendimiento como camino espiritual: La historia de Juan José Irigoyen
Lo más interesante de la historia de Irigoyen, es que no es la historia de un emprendedor, es la historia de un hombre que emprendiendo se encuentra a sí mismo. No es una persona convirtiéndose en emprendedor, es un ser humano que, emprendiendo, encontró su felicidad, su propósito y su propia identidad.
Por Crixmar Rojas.
El protagonista se presenta con una mirada de amabilidad pero con un amplio verbo, como el que sabe que tiene mucho que decir pero no se vanagloria de ello, sólo quiere que sus palabras llenas de pasión por la vida lleguen a oídos que estén abiertos a la trascendencia que como seres humanos buscamos sin querer encontrar.
Juan José Irigoyen, tiene una historia de película relacionada con la majestuosidad y respeto que el mar inspira, como la vida misma en su fluir de altas olas y duros revolcones, en el que Irigoyen, en su tabla de emprendimiento de negocios, se encontró a sí mismo en la mejor inversión en la que una persona de este plano se puede encausar: su propio descubrimiento.
Primera escena
La brisa marina rozaba las gotas que se adherían a su cuerpo mientras se tomaba una pausa, sentado en su tabla de surf, con las piernas sumergidas a cada lado, meciéndose con el vaivén de las olas, y mirando al horizonte en un momento silencioso de reflexión que lo lleva a reconciliarse con la inmensidad de un océano que se asemeja al universo en el que se desenvuelve… ese mismo en el que la incertidumbre reina y genera respeto, pero que también le ha enseñado que por cada ola que lo abate, viene una que lo eleva y al final, cuando llega a la orilla, sigue siendo un humilde mortal.
Este surfista del emprendimiento espiritual contabilizaba 30 años cuando decidió emprender por primera vez en un ámbito que ya masterizaba: Química analítica instrumental. Asesoraba a empresas para la adquisición, aplicación y capacitación de estos instrumentos de química analítica específica, y dos años después se dio cuenta de que esta ola dependía totalmente de su tiempo.
“En ese momento —recuerda Irigoyen— mantenía en mi mente la creencia de que, si entrenaba a alguien más con mi conocimiento, se iría y se convertiría en mi competencia. Hoy en día, ese paradigma está más que superado, porque me di cuenta de que ese alumno puede ser a futuro un socio más que una competencia”.
Así, este primer emprendimiento se convirtió para él en la manera de entender que el conocimiento está para ser compartido y no mezquino. Luego, en 1998, funda junto a Fundación Chile la primera página web de instrumentación científica en el país y comienza a vender publicidad; al tiempo se cambia el modelo de negocios de vender publicidad a vender productos químicos con capital americano. Así nace alquimistas.com, y en el 2000 estalla la burbuja del punto.com y los capitales se retiraron, “nos quedamos con un avión hecho, y sin combustible” —lamentó Irigoyen—.
Las tragedias
Para diciembre del 2000, con un tercer hijo recién nacido y una colección de deudas, decide liquidar la empresa, indemnizar a los trabajadores y, aunque los empleados no querían dejar la empresa, no se pudo continuar. “Estábamos muy adelantados para la época, porque en ese tiempo las compras por Internet no eran lo que son ahora, es tan malo remar la ola mucho antes como remarla muy después, en este caso remamos después de las punto.com pero remamos mucho antes de la ola con el proyecto; una empresa como esta sería un exitazo en estos tiempos en los que las ventas por Internet son la orden del día”.
Nuestro surfista tomó la tabla y decidió quedarse sentado en la orilla durante doce años: “No me quedó de otra que volver a buscar empleo en el rubro en el que comencé, y no me costó mucho encontrar una colocación porque ya era bastante conocido. En ese momento me prometí nunca más volver a emprender, no me habían quedado ganas”.
La bendición que esconde la pregunta: ¿Por qué?
Para 2002, Irigoyen, con un carácter inquieto y una personalidad curiosa por naturaleza, mira tras de sí y necesita explicaciones. “Decido hacer un magíster en Administración de empresas porque quería entender por qué me había pasado lo que sucedió y cómo podía emprender en un futuro de una manera distinta”.
La crisis de los cuarenta
Nuestro héroe lleva ya diez años en este coqueteo con el emprendimiento y el empleo, el estudio y los sueños en pausa, y se encuentra con un revés en la historia en el que se enfrenta a la separación de su segunda pareja y una inminente quiebra de la empresa para la cual estaba trabajando, y lo único que tenía en ascenso eran deudas que pagar y kilos en su cuerpo.
La felicidad hecha libro
¿Por qué soy tan infeliz? Fue la pregunta detonante para Irigoyen. No se preguntó cómo hacer más dinero, no se preguntó sobre la idea que revolucionaría el mercado, no se preguntó sobre cómo satisfacer algún nicho ni cómo ser exitoso en los negocios… Irigoyen encontró que, si eres feliz, si sabes quién eres y lo que tienes para aportar, si decides que dar es más importante que recibir, y que siempre hay una fuerza suprema que te mantiene a salvo, no hay reto al que no te puedas enfrentar.
“La felicidad se puede estudiar y se puede lograr. Empecé a leer sobre todo lo relacionado con la felicidad y cada autor que leía referenciaba a otro más antiguo, y a fuerza de tomar notas de todo lo que leía, terminé recopilando todo este camino en un libro, por consejo de mi cuñado, y con una sola persona que ha empezado a ser feliz con mi libro, me doy por bien pagado. Me enorgullece porque significa convertir ese dolor en algo positivo”. Irigoyen escribe el libro “El equilibrio de la felicidad: un camino posible”; ha salido publicado de manera impresa en español e inglés y es también un audiolibro editado y grabado por Fonolibro, está disponible en Spotify, Itunes y Amazon, entre otras plataformas.
Repartiendo felicidad
Así, Irigoyen decide asistir de voluntario a la Hospedería Padre Lavín, que es la única hospedería de hombres en edad laboral que acogía personas en situación de calle, para dictarles charlas sobre la felicidad y el éxito, para que volvieran a creer en la vida, talleres alimentados por sus mismas investigaciones y se encontró con que en esos 2 años, las personas tardaban menos tiempo en recuperarse y reintegrarse a sus vidas. Irigoyen comenzó a dictar estas charlas en el salón de eventos de su edificio.
¡A surfear de nuevo las olas!
Luego de que Irigoyen se diera cuenta de que había escalado las ganancias de la empresa para que la que trabajaba, pasando de facturar 20 mil dólares al año a facturar 2 millones anuales en solo 4 años, empezó a pensar en lograr lo mismo en un proyecto propio.
“Empecé a preguntarme cómo hacer para que este conocimiento que iba adquiriendo se convirtiera en algo beneficioso para la humanidad y que me permitiera vivir de lo que me gusta que es hacer que la gente encuentre su camino y su propósito de vida en el mundo, y para qué vino a este plano, sea lo que sea en lo que crean, en esta fuerza superior y en esta encarnación corpórea de nuestra naturaleza espiritual.
Interconecta2.com
“Yo siento que todos queremos cambiar pero no nos atrevemos. Interconectados, mi emprendimiento actual, comienza como una empresa de consultoría que tenía como objetivo tener un portafolio amplio en Recursos humanos, pero encontré que las empresas de consultoría se ven como competencia y no como complemento, y terminé dando consultoría en temas comerciales y seguimos con ese producto que es PDA (Personal Development Analysis). Este producto está destinado al desarrollo de personas, reclutamiento y selección. Nos permite descubrir perfiles conductuales de ventas (como las personas se comunican, abren y cierran negocios) y así desarrollar las habilidades de venta, o de dirección de ventas, desde el estilo conductual de cada uno.
Vender no es un arte
Irigoyen, que no duda en tomar las oportunidades porque siempre traen tesoros escondidos, luego de desligarse de sus casi socios mejicanos, recopiló sus talleres y cursos de ventas en un libro que denominó “Vender no es un arte” y se empezó a tomar como material de estudio en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Este libro es editado por Edición digital (https://www.ediciondigital.cl ). «Vender no es un arte» en su segunda edición también está disponible en las mismas plataformas que «El equilibrio de la felicidad».
“Somos seres espirituales que viven una experiencia terrenal para perfeccionar nuestra alma, por tanto, todo lo que nos pasa constituye una oportunidad de seguir evolucionando, aunque le pongamos etiquetas de bueno o malo, sólo son eventos, historias y experiencias, somos nosotros quienes les ponemos un significado y un juicio de valor a lo que nos sucede”, comentó.
“Para hacer corto el cuento —comenta Irigoyen en una sentencia que descaradamente contradice su apasionado y abundante discurso y su amena capacidad para contar historias—, la pandemia nos afectó enormemente en las ventas de los tests y luego de tener oficinas lujosas, con ventanas de cristal, de esas que uno tiene cuando piensa que le va bien en la vida, pasamos a trabajar cada uno en su casa, con una facturación prácticamente nula”.
De 6 a 600 en un minuto
Es así como en un afán de entregar más que en recibir, Irigoyen decide comenzar a dictar gratuitamente sus talleres de ventas a través de plataformas de reuniones digitales, y aunque se espera la asistencia de 6 personas, terminaron siendo 60 y a la vuelta de sondear los errores y corregirlos, terminó llegando a 600 personas en cuatro meses, y este dar desinteresado le permitió recibir excelentes oportunidades de negocios al punto que en seis meses superaron las ventas del año anterior y se logra pagar las deudas y continuar con los proyectos.
De mala evaluación a fanática acérrima
Como ya se puede vislumbrar en la historia de Irigoyen, sobran las puertas abiertas y los caminos que surgen de la nada, como producto de su apertura mental y espiritual. Así, su ejecutiva bancaria, se convirtió en fanática del sistema de Irigoyen, luego de que su metodología le enseñara que la palabra empeñada tiene el valor de un contrato y hay que honrarla como tal. Esta nueva seguidora de fe le consiguió un crédito por 30 millones de pesos y esto le permitió continuar, pero luego vino un oleaje fuerte y se produjo otro escollo que terminó llevándolo a escribir la tercera edición de su libro de ventas, que será presentado en agosto, en la Universidad Diego Portales para su facultad de Economía, esta vez enfocado en formar entrenadores de ventas más que vendedores.
“No existe una limitación ni hay que tener habilidades especiales para ser un buen vendedor, si algo he visto en mi devenir, es que cualquier persona desde sus rasgos propios de personalidad puede ser un buen vendedor, y es lo mismo con los emprendimientos. Si miras con recelo el ser vendedor o emprendedor, nunca podrás ser ninguno de los dos. Si siempre vemos al vendedor como una persona que engaña o estafa, no querremos ser vendedores. Lo mismo pasa con los emprendedores y empresarios, que siempre los vemos como gente que sólo quiere el beneficio propio. Nosotros nos dedicamos a enseñar a vender desde la conciencia, desde las propias herramientas y habilidades de cada uno, pero con la mirada puesta en el otro ser humano con el que estamos interactuando, pasando por el equilibrio de dar y recibir en armonía, pero además vender desde la conciencia plena de que tenemos las mismas incertidumbres que nuestros clientes y conectar desde el lado trascendental del ser humano”, reflexionó Irigoyen, quien de hecho imparte clases en la Facultad de Economía y Negocios de Chile.
La resiliencia
Irigoyen recomienda que todo aquello que el emprendedor sienta que lo afecta emocionalmente debe ser superado mediante el estudio de sí mismo, de aquello que debe superar y de cómo puede hacerlo mediante la lectura y el conocimiento propio, dejar de etiquetar los eventos como buenos o malos y abrir la mente a que todo quiebre genera oportunidades, y que los dolores pueden convertirse en algo positivo.
“La incertidumbre y el cambio es lo único que tenemos en la vida —aseguró para finalizar Irigoyen—, en la medida en la que nos reconciliemos con esas verdades, podremos no sólo enfrentar los emprendimientos sino la vida misma, y además cambiar las creencias de que tener abundancia económica es negativo, mediante el entendimiento de que entre más poseemos, más tenemos para compartir. Hay más respuestas en las preguntas correctas, y es más importante saber por qué queremos emprender. Lo imprescindible es entender que el miedo paraliza y no es más que un estado básico del ser humano que desaparece cuando creemos en nosotros mismos y en lo que hacemos, es un fantasma que se esfuma cuando lo miramos de frente, con confianza, certidumbre y fe”.
Recuadro:
Contactando al protagonista
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