Es probable que las empresas de mayor solvencia o patrimonio puedan soportar de mejor forma los
efectos de un proceso en que la huelga no permita el reemplazo, procurando evitar la partida de los
clientes, y el cumplimiento de los contratos comerciales de los mandantes y/o de las obligaciones con
los clientes. Pero lo habitual es que las Pymes que no cuenten con respaldo, o no tengan la posibi-
lidad de soportar los efectos de este tipo de situaciones, que serán amparadas por la ley, por tanto se
pueda proyectar que varias de ellas desaparecerán. Nadie quiere emprender para terminar con deudas
y demandas laborales. Las empresas y el mercado buscarán a aquellas firmas que ofrezcan mayor
estabilidad, o certeza a sus clientes.
La economía y sus ciclos
Si bien hablamos de normas legales, lo que acá está en juego es la subsistencia económica
o el justo desarrollo de una mediana y pequeña empresa. Hasta ahora el congreso lleva
adelante una normativa que promueve establecer como piso mínimo para la negociación
colectiva, la última realizada entre las empresas y sus sindicatos.
Una norma rígida, que no contempla los vaivenes del mercado, ni positivos, ni negativos.
Si un empleador pensaba, que al tener un buen desempeño y grandes ventas durante un
año podía incrementar salarios, entregar altos bonos, tristemente les digo que sería un error
estancar los acuerdos a esa lógica inamovible en el tiempo. La ley condiciona a que eso que
se entregue es lo mínimo a otorgar en la siguiente negociación. No se piensa en que quizás
al año siguiente, tal y como ocurre este 2015, la economía no da para entregar los mismos
beneficios menos mejorarlos. Es cosa de mirar los diarios y ver como Codelco tiene grandes
inconvenientes con este tema, imaginémonos esto como podría golpear a empresas bastan-
te más pequeñas. Es imperante mantener un sano equilibrio entre los legítimos intereses, los
derechos de los trabajadores y la subsistencia de las pymes. Sin ellas, se pierden empleos,
dinamismo y buenos servicios para el mercado.
En pleno siglo XXI debemos avanzar en los temas que importan a empleador y trabajador,
sin ánimo de conflicto, sino de generar confianzas. Temas como la adaptabilidad, la fle-
xibilidad horaria hoy están fuera de la discusión directa salvo accesoriamente en algunos
pactos que se regulan en el marco de la negociación colectiva. Esto creo importa a todos y la
propuesta establece que el beneficio de la adaptabilidad laboral va a estar solamente dado
para empresas con cierto porcentaje de trabajadores sindicalizados.
Las Pymes no tienen porque estar condenadas a trabajar de lunes a viernes, nueve horas
diarias, sin posibilidad de llegar a una jornada negociada o adaptada con los propios traba-
jadores en conformidad a las necesidades de ambas partes. Es más, que pasa si el trabajador
es quien desea, por temas familiares, de índole económico, académico, o porque prefiere
una mayor flexibilidad horaria, al no existir cambio en esta materia se mantendrá la limita-
ción e inflexibilidad actual.
Es cierto, cambios a la legislación laboral son necesarios y es oportuno enfrentar con altura
de miras una discusión por si compleja. Pero insisto en la necesidad de generar confianza
entre sindicatos y empleadores, no una animosidad de conflicto al dejar a una de las parte
con un sobrepeso de beneficios. La discusión debe ser justa y en eso la reforma como está
planteada no ayuda a lograr un equilibrio que permita el crecimiento recíproco de las partes
involucradas en este proceso. Con la norma en discusión, tal y como está hoy se vislumbra
efectos complejos para las pymes. Pero es un proyecto y aún queda la opción de escuchar a
las empresas medianas y pequeñas, a sus trabajadores y a quienes han convertido a ellas en
un gran motor para la economía, la generación de oportunidades laborales y el crecimiento
del país. Esperemos que así sea.